Allá, muy lejos, terminando nuestras narices - Sobre la idea de ancestralidad. 2.0
Como punto de partida hablaré de la ancestralidad en dos líneas: una en la que la concibo como un fenómeno, y otra que la contemplo bajo un orden más bien conceptual. Así, la ancestralidad en tanto fenómeno viene a ser una línea o lazo que ata una serie de sujetos con otros en una relación diacrónica y al mismo tiempo reconoce a cada sujeto de esa cadena, o a cada grupo, en un lugar y tiempo concretos, es decir, como un hecho sincrónico. Lo importante es entonces cómo las experiencias de cada sujeto o grupo en ese lazo repercuten en el devenir de los sujetos que temporalmente hablando estarán adelante, “los que vienen". Por otra parte, esta ancestralidad como fenómeno es sistémica constructivista e integracionista aunque muchos esencialistas/puristas de la ancestralidad digan que no. Vamos a ver por qué.
Desde las civilizaciones más grandes hasta las tribus más pequeñas, el proceso reproductivo, que como diría Paul Preciado, implica no sólo la proliferación de la especie sino también de las ideas y costumbres de las comunidades -por resumirlo de algún modo- exige, sí o sí, una mixtura de elementos genéticos así como de características comportamentales. Esto ocurre así hasta en el grupo más pequeño y hermético, pues aún siendo del mismo grupo étnico cada sujeto tiene sus particularidades a las que se suman las de cada familia o las de la facción/ alineación de la que hace parte y su relación con los distintos personajes y sus roles dentro del grupo. Por supuesto, en grandes asentamientos o civilizaciones estas variaciones pueden ser mayores, y lo son mucho más cuando hay encuentros con otros grupos, o bien, con ecosistemas marcadamente distintos. Dentro de todo esto no hay ninguna discriminación o rechazo de la otra otredad como instancia capaz de vincularse a ese lazo de ancestralidad. En ese sentido, cuando a nuestros grupos, ubicados aquí hace digamos 50 años, se le acerca otro con el que intercambiamos y pro-creamos, se les abre una nueva línea de ancestralidad, y esos que llegan para darse continuidad junto a nosotros pasan a ser ancestros junto a nosotros ( soy consciente de la reiteración, es voluntaria) de los que vienen, y como sea, a este lazo se anudan también los lazos previos de cada una de las partes. Esto es pues a mi modo de ver la ancestralidad como un fenómeno.
Por otra parte, al tomarla desde una perspectiva más conceptual, se encuentra uno con una variación denotativa nada menospreciable. De repente la ancestralidad pasa a hablarnos de una cuestión de orden Místico/mágico donde hay una improbable pureza en la que se elige a un grupo concreto, en un lugar y momentos concretos como punto de partida de una cadena de ancestralidad y todo lo que esté a su alrededor [de esa cerca frontera ancestral imaginaria] cerca o lejos, es omitido como parte [posible] de esa cadena de la que hemos venido hablando. Quiénes se inclinan por esta perspectiva tienden luego a señalar y acusar el proceso de encuentro e integración entre grupos e individuos y se basan para este rechazo en la forma en que se dieron tales procesos; invalidando así guerras, colonizaciones e incluso migraciones.
Bajo esta perspectiva, pareciera que dependiendo del mito cosmogónico todo lo que vino después del primer hombre o la primera mujer, o quizá, después de la primera raza creada (la gente del barro, la del agua o la del maíz) quedaría por fuera de ese privilegio de ser parte del hilo de la ancestralidad, porque una vez dadas las cosas es la accidentalidad la que marca el camino, pero resulta que aquí [en este orden de ideas] no es así, sucede en
cambio que cada quien parece poder determinar hasta dónde va su línea de ancestralidad, y no se queda en uno u otro punto precisamente por limitaciones para hacer un buen rastreo (algo que sería por demás absurdo), sino porque decide dar por hecho que esos son el lugar y el momento histórico correctos, los que marcan el principio de ese lazo de ancestralidad. Me pregunto cómo forman los argumentos para tomar esta decisión ¿Cómo determina alguien que pelea en contra de la colonización de Europa sobre América Latina que proviene de antes de este proceso? Y comprendo que puede influir el hecho de no gozar de la ciudadanía de los países que entonces colonizaron el continente que habitamos, pero me pregunto también si estas personas han logrado un proceso completo de “decolonización”, si se han librado de cualquier “mancha” en su conducta y su genética que les mantenga a salvo de toda desviación en su línea estrecha y estricta de ancestralidad.
Desde una perspectiva netamente psicológica, creo ver allí una relación con las pérdidas primordiales; una suerte de desplazamiento por medio del cual dejan de atenderse las situaciones fácticas y se atienden más las necesidades de lo imaginario. También veo a un Yo incapaz de alcanzar su versión ideal en las luchas o procesos que directamente le acaecen y que por ello traba una lucha impracticable con lo que no puede alcanzar. Ahora, no digo que este sea el caso de todos los que abanderan estas luchas; estos sean quizá los más radicales. Otros invariablemente abocados a la tarea de satisfacer su falta, abordan resquemores fundados en la familia, o acaso en la escuela y otros contextos cercanos, resquemores que no pueden o no pudieron elaborar (porque hay duelos que son inabordables en un momento específico) y que luego no les queda sino desplazarlos hacia una diáspora anacrónica entre pueblos. Ojo: no diría ni en la más perezosa y miope de mis versiones que estas relaciones, vistas desde una perspectiva diacrónica, no han generado y generan secuelas a veces nefastas para “nosotros” (aludiendo por nosotros a una porción del yo que consigo a veces minúscula y distante). No digo tampoco que haya asuntos de orden político y económico que no deban abordarse pero ¿Cómo contribuye la idea de ancestralidad en el abordaje y desarrollo de estos procesos? -Y lo pregunto en serio- ¿Cómo y cuáles son los efectos? Y lo mismo no digo que no haya información relevante en esa Línea, en esa cadena ancestral, pero ¿Por qué cortarla en uno u otro punto? y repito ¿Merecen los aportes de la idea de ancestralidad ponerla en el centro de alguna estrategia encaminada, por ejemplo, en la transformación o en la movilidad social?.
Trayendo el tema a un escenario al que quizá todas podamos acercarnos, pensemos de qué nos sirve saber de dónde venimos en, este sentido ancestral, a la hora de resolver nuestras diferencias con un familiar o un amigo, y repito: no son preguntas retóricas, son preguntas honestas que sinceramente trato de responder porque ante esto sólo me puedo imaginar cosas como qué al identificarnos con algunos ancestros reconociendo (supongamos que sin sesgos) un montón de virtudes en ellos, decidamos emularlos para rendirles honor, o respetar las tradiciones. En un panorama más caricaturesco pero no inviable, podría ocurrir que al sabernos descendientes de algún linaje importante decidamos creer que somos sabios, grandes y poderosos, y que por eso no debemos dejar que nadie pase por encima de nosotros. ¿Y por qué no? Descendiendo quizá del linaje de “Los hijos del jaguar” nos convirtamos en sujetos sumamente protectores y aguerridos. Puede ser, todo esto puede pasar y funcionar, pero insisto ¿Es éste -si es que fuera el fin- la mejor manera de ser mejor persona?.
Por otra parte, tenemos el tema de la reivindicación de las comunidades. Siento que en este punto no tiene lugar la idea de ancestralidad como un hecho que nos toca directamente. Veo más bien lo mismo que he venido planteando. ¿Será que hablar de ancestralidad es lo que más y mejor puede atender las necesidades de esas comunidades que llamamos ancestrales? Y es que bueno, al llamar algo “ancestral” no dejo de ver el mismo capricho que con la selección aleatoria de un eslabón de la cadena, de una fibra del lazo de ancestralidad, porque de manera concreta lo ancestral es aquello que pertenece a los ancestros o a los antepasados, y al verse como adjetivo lo ancestral es algo remoto o lejano. Así las cosas, me parece que nos enfrentamos a un término ya bastante cargado de retórica y ambigüedad cuyas dos acepciones ameritan detenimiento.
Tenemos por un lado esa acepción de lo ancestral como aquello que pertenece a los antepasados. Lo primero que hay que preguntarnos es si se habla aquí de propiedad material, intelectual. privada. común, pública o de todas al mismo tiempo o según el momento? Considero que si uno se ciñe a lo que manifiestan los, digamosles, ancestralistas ortodoxos, parece que se habla de una propiedad privada, algo como una herencia. En ese sentido, ese bien ancestral no sería de toda la comunidad sino de los descendientes de los propietarios originales. Si así fuera, no vería yo ninguna bondad en estos asuntos ancestrales. Claro, sé que mucho de lo que se reclama es principalmente tierra algo, que obedece a procesos históricos de abuso de poder que en este caso, a diferencia de lo que sucede cuando hay guerras, circunstancia bajo la cual no le doy lugar a ningún deber ser, cuando se trata de las trampas de un gobierno, o de unos ciudadanos de la élite que aprovechan el desconocimiento de sus derechos por parte de los otros para engañarles, si bien tampoco doy sitio aquí a ese “deber ser” ni a la búsqueda de Justicia, que conlleva otras implicaciones éticas y teóricas, si le doy un lugar a la búsqueda del bienestar de las mayorías, y para esto reconozco otros procesos psicosociales así como económicos, políticos y legales, que me resultan más útiles que darle a algo la categoría de ancestral, porque además: nada me garantiza que ese retorno de la propiedad a los sujetos o comunidades que llamamos ancestrales sea lo mejor para las mayorías… aunque lo aceptaría quizá por el simple hecho de que unos pocos no tengan demasiado, incluso dejando de lado los dudosos mecanismos con que se lo granjearon. Asimismo, no es poca la incomodidad que me genera el tener que hablar de lo ancestral en términos de propiedad y más todavía cuando puede tratarse de propiedad intelectual o propiedad moral. Ahí podría entender un conocimiento ancestral como eso: un conocimiento que pertenece a alguien que vivió hace mucho y que debe respetarse la propiedad intelectual, pero ¿Cuáles son los beneficios de mantener cerrado el acceso a los conocimientos? Que sí, que en este país hay quienes han tratado de apropiarse de las patentes del biche, la panela y hasta las arepas, y entonces las nociones de ancestralidad y patrimonio han jugado allí un papel importante. Pero en estos casos no se ha tratado de adjudicar esas propiedades a un sujeto o grupo específico, bien al contrario han procurado mantenerlas libres.
Otro escenario en el que lo ancestral puede tener un valor importante - y quizá sea obvio- es en el mercado. El rótulo de ancestral suma valor a cualquier idea u objeto, máxime en un momento como este en el que los astrólogos y los chamanes vuelven a ser la esperanza de millones de personas que han dejado de entender la vida, o que nunca lo han hecho… o que quizá prefieren no tratar de hacerlo. Tenemos ejemplos en aquellos “emprendimientos” que compran artesanías a las comunidades afro o indígenas para luego venderlas 20 veces más caras a los consumidores esnobistas. También veo lo ancestral como una ruta interesante exploración y expansión estética. Pero una vez más [dos, de hecho] esto poco tiene que ver con dar la propiedad a una persona o grupo de personas que de modo representativo llamamos “nuestros ancestros” sin dejar de mencionar que esto de por sí ya es una completa negación de la sincronía propia del devenir histórico y sus momentos, que no deberían dejar de verse de forma sistémica y conjugada, porque más fácil podemos llamar ancestro a alguien muerto hace mucho tiempo que a cualquiera que tenga tales o cuáles rasgos.
Pasemos ahora a lo ancestral como aquello que nos es lejano en el pasado ¿Cómo algo que vemos, tocamos y usamos, puede sernos al mismo tiempo lejano en el pasado? De no ser por la idea de origen esto sería insostenible. Aún así, el sostén del origen es algo poco relevante que nos lleva al mismo tramo de la parte anterior: o reconocemos el origen, la creación o aparición del bien ancestral, dándole consecuentemente los créditos a un sujeto concreto, o lo dejamos libre. No está de más mencionar que esta noción de lo ancestral como lejano en el tiempo, ya nos plantea una ambigüedad tremenda que, quizá, sólo podría resolverse aceptando que no podemos pretender un acercamiento a lo ancestral y esperar que lo siga haciendo. Es tan simple como que si de alguna forma podemos viajar al pasado, en ese momento dicho pasado (como algo lejano) será presente (estará cerca). Por otra parte, bajo esta mirada lo ancestral sería tan lejano para nosotros; sujetos aparentemente sin causa, como lo sería para esos otros a los que directamente relacionamos con aquello que denominamos ancestral. Si la razón por la que determinamos esto es la distancia en el tiempo, lo digo una vez más: no importan tales o cuáles rasgos sino el momento. De igual manera, y quizá a modo de cierre y síntesis para este apartado de las acepciones, si se decide que a un grupo determinado le corresponde la propiedad de algo, sea material o intelectual, hay que responder ¿Por qué a ese grupo? ¿A partir de qué momento se hizo merecedor de dicha propiedad? ¿Acaso para ser lo que fueron en aquel momento que lo fueron, no acudieron al acercamiento con el otro así como a la apropiación de los saberes, de los usos de unas y otras plantas, así como del conocimiento sobre las dinámicas detrás de unos u otros procesos?. Todos estos elementos debieron ser apropiados por parte de alguien que tuvo que acercarse a ciertos saberes o bienes ancestrales “profanandolos” para poder crear algo nuevo, y es que no es sino en eso nuevo que se instaura ya no el rótulo de “lo ancestral” sino el hilo de la ancestralidad como fenómeno.
Ahora bien, para quienes no tienen nada ¿Qué aporta el concepto o la idea de ancestralidad? Hace algún tiempo tuve la ocasión de trabajar en un establecimiento dirigido por tres socios que operaban como mis jefes directos, lo cual hacía las cosas complicadas a veces. Pero eso no se comparaba con el hecho de que el edificio como tal tenía un total de 12 propietarios, 12 hermanos que habían heredado porque sus ancestros directos, los más cercanos: su madre y su padre, les dejaron esa herencia. Más allá de algunos dilemas eventuales nunca pasó con esto nada realmente interesante, por lo menos para mí. Pero luego iniciaron reformas públicas en la zona y la propiedad se veía afectada; en primer lugar porque estaba en la zona de influencia del proyecto y querían que la tierra sobre la que está construido, e incluso el edificio mismo, fuese parte de estas nuevas reformas.La administración municipal ofreció a los 12 hermanos comprarles el edificio, hacer modificaciones, y luego, como parte del pago, dejarles un local comercial habilitado a cada uno de ellos. Por su parte, los tres socios del negocio en el que yo trabajaba no se verían afectados y conservarían su sitio. Para la mitad de las hermanas y hermanos esto se presentó como una gran posibilidad, una oportunidad de tener medios de producción, estaban muy entusiasmados. Sin embargo, aún reconociendo los múltiples beneficios, la otra mitad de los hermanos se negó rotundamente a vender bajo ninguna circunstancia lo que ellos llamaban con muchísimo orgullo “la tierra de su apá”. Al final la propiedad no se vendió, y unos meses después encontraron que con las reformas ulteriores las bases del edificio eran insuficientes y que en algún momento debería ser demolido. A partir de este momento el edificio como tal ha ido perdiendo valor ya que ha dejado de producir dinero puesto que sus instalaciones no pueden utilizarse para ningún tipo de actividad humana. Si bien la tierra ha seguido poniéndose más costosa es indiscutible que los dos hermanos perdieron una gran oportunidad de tener mayor estabilidad económica y posibilidades de Progreso y quizá por eso en el futuro sean reconocidos como los ancestros que arruinaron la historia… Pero eso no es lo importante, a lo que realmente voy con todo esto es a una pregunta sobre los que no tenemos ninguna propiedad y aquí no cuentan la ropa interior, los libros, ni de más cosas de ese orden; ni mucho menos cabe decir que “todos tenemos algo: todos tenemos a alguien, todos tenemos un sueño” ni ese tipo de tonterías (propiedad individual). No, hablo puntualmente de tierra, una casa, un patrimonio, medios (propiedad privada). En fin, esos que no tenemos ¿Cómo podemos beneficiarnos del concepto de ancestralidad? Quiero decir, de hecho ya estamos lejos de conseguir algo, entonces podríamos reconocer y señalar lo ancestral en la distancia pero ¿Para qué podría servirnos? Y qué tal si esto último, sólo esto último, lo escribiera una persona afro, campesina, indígena, raizal, palenquera o Rom ¿Que no se trata al final de distribución de la tierra y movilidad social? ¿Es acaso que buscar el bienestar de la mayoría se ve obstaculizado por no hacer uso de la idea de ancestralidad? No lo sé, pero a veces parece que en realidad las soluciones están allá, muy lejos...terminando nuestras narices.
Otras [nuevas] consideraciones
Esta segunda parte de la meditación tiene lugar tan sólo un día después de la anterior tras haber tenido el encuentro de El Café de Epicuro donde hablamos abiertamente de ancestralidad. Considero pertinente hacerlo aquí y ahora para no dejarlo pasar y para que quien se anime a leer el ensayo tenga la posibilidad de ir un poco más allá del tema, y también, no podría negarlo, para reafirmar que mi intención con escribir no es tener certezas ni imponerlas sino tratar de entender y que las preguntas planteadas, tal como he dicho no son de orden retórico sino que son preguntas honestas que alegremente han encontrado unas respuestas mucho más satisfactorias que las planteadas antes del conversatorio.
Trataré de explicar brevemente en qué ha consistido el conversatorio y cómo lo hemos hilado. Para ello, debo empezar diciendo que El Café de Epicuro es una actividad que empezamos a realizar recientemente, siendo este, de hecho, el segundo encuentro. La intención de estos encuentros es abordar distintos temas haciendo uso de diversos métodos filosóficos. Lo que considero como la mayor virtud de este ejercicio es que no hace falta que quienes participen tengan un caudal de información y datos, es decir: no hay que tener un acervo epistemológico para basar la postura que se proponga frente a la idea de ancestralidad; basta sólo con tener una postura y estar en disposición de dialogar. Hasta ahora hemos tenido fortuna y no hemos contado con la visita de alguien que quiera imponer su saber, todos hemos ido en búsqueda de aprendizaje. Para este caso hemos hecho uso de la lógica aristotélica, y específicamente hemos hecho uso de sus categorías de esencia, sustancia y accidentalidad (cualidad). De igual manera, nos hemos valido para mayor claridad de los términos usados de las cuatro causas (material, formal, eficiente y final). Así, por ejemplo, uno de los asistentes ofreció una definición de ancestralidad en la que usó los términos de herencia, legado e influencia. Tras hacer una análisis causal de estos términos pudimos sostener una conversación nutrida en la que di respuesta a varias de las preguntas planteadas en la primera parte del ensayo. Vamos a ello.
Una de las preguntas importantes para mi es la de ¿A partir de qué define una persona o grupo quienes son sus ancestros? Si bien ya había hecho alusión a un asunto de las condiciones materiales, uno de los participantes, Juan, acotó algo que nos llevó a una respuesta muy clara: “Yo considero que mis ancestros son mi abuelos porque lo que soy viene de ellos no de mis papás, aunque ellos también me den conocimiento y otras cosas” [relacionadas con la herencia, la influencia y el legado]. Lo que se desprende de lo mencionado por Juan es que, efectivamente, aunque podamos tener muchos ancestros, decidimos quienes lo son a partir del grado de influencia de sus acciones y personalidades en nuestras vidas y personalidades. Entonces parece que al final no es un capricho, sino que hay una cuestión razonable detrás de ello. Así mismo, llegamos a mencionar un asunto de voluntad con respecto a la ancestralidad que tiene que ver también con la identidad y es que aunque Cocacola, Monsanto y Nestle puedan ser aceptados como nuestros ancestros porque determinan parte de nuestra personalidad y condiciones de vida, el hacer una revisión consciente de sus influencias nos permite elegir su sostener o no su legado, su herencia y su influencia, sin dejar de reconocer que en algunos casos no puede uno sencillamente desligarse de todo eso.
Ahora bien, de lo anterior (y advierto que no expongo los puntos en el orden que surgieron en el conversatorio) se desprende otro asunto y es la pregunta por si nosotros, sujetos de este momento, podemos ser ancestrales, no al estilo de los “alienígenas ancestrales” de History Channel, sino bajo la mirada a la que llegamos en este espacio, una en la que no se trata de cuestiones étnicas ni sagradas. Así pues, una de las participantes, Tatiana, comentó que no todo el tiempo todo puede ser ancestral, sino que hay unos momentos, como el nuestro en que construímos la realidad y de ese proceso es posible que surjan algunas cosas que adquieran la categoría de ancestrales, respondiendo con ello a mi pregunta por la ambigüedad con respeto a la idea de lo ancestral como algo lejano.Por supuesto, aquí se habló también de lo profano como una necesidad y de que la tarea que tienen grupos e individuos, es de hecho, construir realidad para trabajar de manera consciente o inconsciente en esa línea de ancestralidad, es decir: en la constitución de ese legado, de esa herencia que influenciará a los que vienen, y claro, a nosotros mismos como precursores de esa ancestralidad.
Continuando, otra de las pregunta que me hacía era ¿Para qué sirve la ancestralidad frente a problemas reales? No fue poca mi gratificación cuando, en la parte final del encuentro, donde hacemos una ronda de preguntas propuse que se hicieran preguntas en las que buscaramos cómo pueda la idea de ancestralidad ayudar a resolver problemas reales. Así, nos preguntamos por los aportes de la ancestralidad frente a problemáticas como los dilemas de la mujer en el escenario laboral, la construcción de identidad, el duelo y la construcción misma del legado. En cada caso lo vimos como algo sumamente pertinente y gracias a ella comprendimos desde otro lugar fenómenos que vemos a diario sin entenderlo e incluso hallándolos chocantes pero con la mera adhesión de la ancestralidad convertida casi en un método de análisis y observación, se cargan de nuevos sentidos cambiando así nuestras posturas hacia ellos. Así pues, ante mi interrogante de si hace falta hablar de ancestralidad para atender cuestiones generales como la redistribución de la tierra o los medio de producción, que en este caso más que pregunta fue una afirmación de que hay cosas que son mucho más útiles, debo agregarle que sin dejar de tener importancia esos elementos que propuse antes, la ancestralidad ocupa un papel esencial, y si, esencial en términos aristotélicos, ya que esos saberes (eso escrito en el alma), esas costumbres e influencias van modificando nuestra esencia como seres humanos y entonces, podría ser que a la hora de hacer un planteamiento del problema para buscar las posibles soluciones, sume mucho el tener en cuenta cómo el estado de las cosas en ciertas esferas hace que seamos esencialmente una u otra cosa bajo la categoría de seres humanos. Esto último lo aplicamos también frente al actual dilema de las IA donde la gran preocupación ha sido por nuestras profesiones y oficios, pero no caemos en preguntarnos por la modificación de nuestro ser a nivel estrictamente ontológico y la noción de ancestralidad puede contribuir bastante en eso.
Finalmente (dejando mucho por fuera y atendiendo sólo a las preguntas tenidas aquí como más relevantes) me permití proponer una noción de ancestralidad a partir de las cuatro causas, estableciendo que: la ancestralidad está constituída por una serie de elementos que pueden resumirse en herencia y legado (causa material) y que a partir de esto influye en nuestra experiencia de vida, nuestro comportamiento (causa formal [esta es su esencia]), para que suceda de ese modo hace falta que grupo de personas se dediquen a construir la realidad con sus acciones que pueden ir en la misma dirección o salirse de lo establecido pero el caso es que hace falta que esas personas funden elementos materiales e inmateriales que puedan constituirse como herencia o legado, o que por lo menos los sostengan (causa eficiente) y con ello, podríamos concluir que la ancestralidad [vista ahora como una perspectiva, “casi un método” como dijimos antes] tiene como finalidad el buscar la mejor manera posible de vivir teniendo con ella un reconocimiento de las bases con las cuales sostener el techo al que apuntamos (causa final)…por lo cual apuntar hacia algún lugar también es importante para darle sentido a lo ancestral y quizá por eso, por no tener un proyecto como pueblo es que tampoco tenemos una construcción clara de ancestralidad capaz de desligarse de lo etnocéntrico.
Para terminar, quisiera dejar aquí la misma pregunta que dejé en El Café de Epicuro ¿Vale la pena pensarnos como seres ancestrales en potencia? Es decir: ¿Actuar sabiendo que lo que construyamos va a influir en las vidas de los que vienen?
-Jaime González-
@jaime_gonzalez.palabras
.png)
Comentarios
Publicar un comentario